La tormenta arrecia,
Y el chelista empieza a tocar.
Mientras el siléncio lentamente
folla con la soledad,
el grito orgásmico de
la maravillosa desidia.
tus ojos hace cerrar.
El placer de la conversación con uno mismo.
Deja del lado al humano, al civismo.
Pierdes la consciencia y tocas el cielo.
Mas una fría calada de aire te devuelve al suelo.
El chelo interpreta, rozando con su arco,
la fina cuerda que decide el sino.
Pués si no cesamos un segundo,
llegarmos al final,
a la pequeña muerte,
al despertar,
al desperar.
Al mirar,
al cantar,
al caer,
al perder,
al sufrir,
Y al herir.
Al tener tu susurro en mi oido,
soñarme contigo.
Hasta el fin del camino
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